Sentía que hacía demasiado sol entonces para ser mayo. Estudiar me agotaba pero cada día me sentía eufórica y curiosa por saber qué palabras escribiría cada nuevo día... Qué leería.
La curiosidad mató al gato. O el impulso. El ansia de saber qué le convenía, o lo que quería. Pero que culpa tenemos nosotros de lo que nuestros cuerpos sienten. Sustancias químicas que nos recorren, que nos hacen saber lo que nos apetece y nos piden que actuemos.
¿De qué sirve huir de lo que nos apasiona y nos aporta paz? ¿Desde cuando se vive en paz conformándose, sin luchar?
Hace ya dos meses que no escribo, pero aún pienso. Solo pienso, ya no actúo. Deseo que estés ahí comprendiendo mi silencio, muriendo de hambre por mis palabras. Esperando. Entendiendo que he decidido respetar lo que se va para no volver. Queriendo demostrar que me equivoco en lo que digo. Perdonándome y pidiédome perdón.
Buscando la empatía que yo encontré hace ya tiempo
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